@mimamultimedios

El Brillo del amor

Reflexiones desde el tercer mundo.
El Brillo del amor

Era un tibio Sábado de vuelo y de musa, como cada una de las reuniones que una banda de rock
generaba de un modo particular, tal vez imitado desde el devenir musical propuesto por los Californianos “Grateful Dead”, alla por los 70´ generando conciertos itinerantes de liturgia pura, y gigante espectros.
Desde una lucha juvenil por detener la marcha de jóvenes hacia una guerra absurda como fue la de Vietnam en el país del norte, también nosotros poseíamos nuestros propio infiernos, aquellos tan temidos de marginación y exclusión, de desempleo e discrepancias letales hacia miles de almas jóvenes.
Almas que penaban por una real inclusión en un sistema que no ofrecía alternativas directas de mejora y dignidad.
Y como así lo conformo los Dead Estadounidenses, aquella banda nacional surgida a mediados de una década siniestra e inconclusa dentro de un happening contracultural, logro casi sin pensarlo,
una extrema masividad, generando un entorno místico de conciertos casi nómades, de itinerancia permanente, mostrando una realidad desde sus letras que contenían un sesgo casi surrealista de
contar historias propias y ajenas que resultan marca o camino, lugar de contención y furia.
Un 4 de Agosto de 2001, en el estadio Chateau Carreras (Hoy Mario Kempes). 50.000 almas se situaban en un espectro que los quite de la drástica realidad, sin siquiera imaginar que serían
parte de la última muestra musical de un grupo que supo, con estrategia y estilo, delimitar su propio sendero de un modo diferente y particular.
Desde el “reo semental licuado” hasta lo conspicuo y no resuelto de Chernobyl, pasando por el ojo de una vaca de Cuba, todos los presos políticos, los vencedores que han sido vencidos, una
Margarita Pointiac, lujos vulgares, lobos, corderos, Bondi directo a la tierra final, fueron instrumentando el trazo exacto dentro de un lienzo raído y siempre usado.
Así paso el trágico destino final de Walter Bulacio, la irracional violencia policial y el intempestivo ritmo social en una zona, en una región que continuaba en modo off, siendo soldados exactos y funcionales de una guerra de pobres contra pobres, con un teatro anti disturbios que surgía de uno mismo, de limitarse, no comprometerse y continuar en la vida lineal que el trazo de fibra negra, había constituido y conformado.
Allí, En la docta nacional, la Córdoba del centro de la Nacion,arribaban los fanáticos de diversos lugares. La denominada “Misa” se aprestaba para la recepción de feligreses atestados de esperanzas, de lugar de contención , buscando un poco de felicidad que los haga situar en un
punto más humano dentro del concepto de deshumanización que la década de los 90, había construido mediante arquitectos espurios, mezquinos y maquiavélicos.
Entre los conocidos y populares canticos, algún trago para matizar la espera, camisetas futboleras y ricoteras,las almas mismas procedían al encuentro de su destino, de ver a sus ídolos que construyeron sin siquiera imaginarlo, un espacio social para la inclusión de jóvenes que no veían horizonte seguro, sin brújula que les brindara la coordinada exacta de mejora, de vida, de ilusiones y esperanza concreta.
Desde el inconsciente musical, el show comienza generando un repaso exacto y claro de punzantes hits.
Todo resulto ser una celebración de lo concebido, un regalo especial para las almas sin rostro, masa crítica y no critica que como bramante marea, desplazaban sus osamentas de lado a lado, dentro de un derrotero inseguro, un “No Future” ligado a la desgarrante realidad.
“JI,JI,JI”,aquel himno generacional de descarga de pura adrenalina, de contusiones y vehemencia extrema, corono un vivo fuera de lo común, una carrera no Meteórica de una banda que supo amalgamar sentimientos, privaciones y trascendencia joven, dentro del marco de la vulnerabilidad humana.
En Diciembre de aquel año, la banda comunicaba su decisión de darle fin al viaje de Patricio Rey, fantasma extraño, Omnipresente, generador de la nada misma y del todo a la vez.
No hay espectáculo más triste que observar el vacío que se manifiesta dentro de un espacio donde se sucedió un recital de rock al finalizar el mismo.
Campo minado por cartón y botellas, escenario vacío, luces tenues, silencio y pensamiento.
Y ese vacío, esa grieta espectral, se produjo cuando un ingenio de lo musical y alternativo, una caravana de sonidos y matices, dejo la gira en un momento que el país mismo explotaba de ira, de
inclemencia, de sufrimiento.
Un proverbio oriental reza que lo perdido, finalizado, extinguido, no ha desaparecido.
Tan solo se trata de evocar la persona o suceso, para de qué modo etéreo, vuelva a reunirse con nosotros.
Y al hacer sonar un disco de la leyenda del rock del país por excelencia, las sensaciones, recuerdos y sentimientos se vuelven a hacer presentes, como moviendo un tablero Ouija de canciones y sueños.
“Solos y de noche” era consigna exacta para el desarrollo de un camino signado por la consciencia de actos musicales y el impacto pleno de los mismos, sin concesión alguna que preste lugar a generar análisis puntilloso.
La luz dentro de la oscura noche resulto ser aquella banda de forajidos Platenses…
Brillando como siempre.
Brillando con amor.

El Brillo del amor
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